jueves, 29 de mayo de 2014

Europeas de 2014: algo más que unas elecciones

Las elecciones europeas de 2014 han sido consideradas no sin razón como la mejor de las encuestas posibles sobre la situación política actual. Sus resultados son inapelables, no parten de una muestra - abarcan el universo completo-   y no caben sesgos ni cocinas siempre a favor de las interpretaciones  e intereses de quienes financian el estudio.  Pero con todo, hay que tomarlas apenas como una foto fija de algo tan inestable y difuso como es la opinión pública en estos momentos,  aunque nos muestren efectos que hay que evaluar más allá de lo coyuntural  al haber evidenciado una ruptura del consenso bipartidista en la que los dos grandes partidos de gobierno han sufrido una importante sangría de votos.

 A su vez  la novedad estriba en el incremento del voto a las opciones hasta ahora minoritarias y en el surgimiento de nuevos actores políticos que, en ambos casos, canalizan el hartazgo de la ciudadanía frente a una acción de gobierno rendida desde hace décadas a los intereses de la oligarquía económica , que ha permanecido  ausente, cuando no abiertamente hostil, frente a las demandas populares  y que ha sometido a la mayoría de la población a un empeoramiento de sus condiciones de vida bajo la excusa de la austeridad necesaria para superar la  ”crisis económica” (que no es sino la derivada necesaria de una lógica de acumulación sin precedentes que caracteriza al capitalismo financiero que ha venido a sustituir desde finales del pasado siglo al capitalismo industrial) .

Vaya por delante agradecer que en nuestra España, este país de todos los demonios,  la reacción frente a las políticas del “austericidio” no se haya traducido, como en muchas otras naciones europeas, en un repunte de las opciones populistas de extrema derecha  con un discurso xenófobo y excluyente, quizá por la singularidad de que la mayoría del segmento de población susceptible de atender a tales proclamas lleve ya tiempo cómodamente instalado en ese contenedor de la muy  particular y racial derecha  hispana que es el PP.

De cualquier modo cabe pensar que se abre un marco inédito de posibilidades para que, más allá del ovbio varapalo infligido a los grandes partidos institucionales como hecho puntual, podamos afirmar que se abre una ventana de oportunidad para la consolidación de un proyecto alternativo al del poder sumiso a la lógica económica, con auténtica vocación, pero sobre todo con una posibilidad real, de ofrecer un contrapoder desde la exigencia ética y la ciudadanía. Posibilidad esta que no está exenta de dificultades y que sin duda encontrará escollos monumentales para su materialización, como evidencian tanto  la andanada de descalificaciones vertidas desde los ámbitos del poder  como las reticencias de tantos que quieren el cambio pero siguen anclados en particularismos y hechos diferenciales (por no hablar de la gestión de las cuotas de poder). Organizar algo tan diverso y multiforme no deja de ser una tarea titánica y aparte de la voluntad y el esfuerzo será necesario luchar contra mitos, intrahistorias, banderías, narcisismos y otras tantas debilidades de la condición humana que siempre estarán allí para comprometer los resultados.


Por el momento lo dejo ahí, sin entrar más a fondo en casos ni causas. Tampoco en insistir en la necesidad de aprovechar esta ventana de oportunidad por parte de las fuerzas de la izquierda transformadora, porque todos los implicados, al menos nominalmente, coinciden  en la misma. Yo sigo pidiendo lo de siempre: generosidad y altura de miras. Porque nos jugamos mucho, ni más ni menos que seguir sufriendo la historia o pasar a protagonizarla. Y porque por primera vez en mucho tiempo, al ver los rostros de nuestros  pésimos gobernantes, uno advierte que el miedo está empezando a cambiar de bando.  Les preocupa perder sus privilegios construidos  con lo que nos niegan a la mayoría, y ya va siendo hora de reivindicarnos no como siervos, sino como ciudadanos conscientes  y responsables de construir nuestro presente y nuestro futuro.