Anda el patio
revuelto tras los comicios catalanes y, pese al ruido mediático, no parece que vaya a llegar la sangre al río ni que
vayamos a enfrentarnos al fin del mundo tal y como lo conocemos. Queda en el
ambiente, eso si, un poso de tiempos inciertos y alianzas variables, a veces
contra natura, en las que el pragmatismo hace socios a gentes de las más
variopintas culturas y tradiciones. Izquierdas y derechas coaligadas bajo el
marchamo soberanista. Proyectos de confluencia patrocinados por la enésima
escisión de la escisión siempre con la coartada
de una unidad imposible.
Revoluciones naranjas con una fragancia claramente contrarrevolucionaria. Pícaros
de nuevo cuño pasados por Harvard, que no aspiran a comerse el queso o beberse
el vino del ciego, sino a apañarse para si los públicos dineros.
Tiempos
inciertos, como digo, en los que lo viejo no termina de morir y lo nuevo se resiste a brotar. Unos tiempos que, a los que
llevamos años en el empeño de transformar la sociedad y que lo hemos intentado
tantas veces que hasta nos salen callos en la conciencia [revolucionaria], nos
producen una desazón rayana en el desánimo. Y todavía antes de acabar el año
toca repetir el ritual de las urnas sin que otra vez contemos con una alternativa fuerte y
verdaderamente ilusionante. Que no se ha consolidado -me temo una vez más- por
la flaqueza del alma humana y sus monstruos en forma de narcisismo e
intolerancia y por esa irrefrenable tendencia a tropezar siempre con las mismas
piedras.
Menudo agobio,
andaba yo pensando, cuando entre papeles he encontrado este soneto que
malcompuse hace algún tiempo, y que trasluce el hartazgo y la desesperanza ante
un futuro que difícilmente, con estas mimbres, podrá ofrecernos un panorama distinto que combata nuestras
miserias cotidianas y nos brinde un país vivible. Vaya el soneto, pues, como
despedida (solo hasta la próxima).
LAMENTO DEL ELECTOR DESMORALIZADO (Soneto)
Llego hasta aquí como un juguete roto
cansado de un sistema que me aprieta
el bolsillo, la mente y la bragueta.
¡No puedo más!... me tiene hasta el escroto.
Luego dirán que vienen por mi voto:
mi dignidad, por una papeleta.
La pinza en la nariz es la
receta
para que algún gandul salga en la foto.
Porque quedarse en casa no es tampoco
el modo de negarles el escaño,
solo es poner, si es posible, al menos loco.
Mas no nos engañemos, que este año
a gobernar vendrá otra vez el coco
y ¡amén! dirá la mayoría del rebaño.