La crisis, así, con
su artículo determinado, es la palabra clave que define el contexto de
cualquier cosa ahora mismo. Se ha convertido en el marco de todas las fotos, en
la pantalla que nos sirve las imágenes confusas de un mundo incierto y
amenazante, o en el papel en que se escriben las noticias de los daños,
colaterales o no, que provocan en el pueblo llano políticos y banqueros al
alimón y también los sesudos estudios que nos auguran negros presagios para el
futuro próximo.
Es palabra
tramposa, que vale para explicar y justificar hasta lo injustificable. Que lo
mismo sirve para excusarse por haberte dejado sin empleo que para cargarse el
sistema sanitario o educativo. Que sirve, sobre todo, para confundirnos sobre
el origen y el alcance del verdadero problema: que hay unos cuantos que han
decidido ser cada vez más ricos a costa de que todos los demás seamos cada vez
más pobres.
Nos enteramos a
través de la Contabilidad
Nacional de que por primera vez los beneficios del capital,
que aumentarán este año en más de 12.000 millones de euros, superarán a las
rentas del trabajo, que caen globalmente casi 26.000 millones, en una tendencia
imparable de transferencia de rentas del trabajo hacia las rentas del capital
que aumentará durante el año 2013. Ya vemos para quién es la crisis y que
hombros deben soportarla.
Fuente: http://www.cincodias.com/articulo/economia/crisis-da-vuelta-tarta-renta-beneficios-superan-salarios/20121116cdscdseco_9/
Acaba de publicar
el Sindicato de técnicos del ministerio de Hacienda (GESHTA) un informe en el
que alude a las “clases medias” como las más castigadas por la omnipresente
crisis. Concepto curioso, el de clase media, que tanto ha servido para permitir
sacar pecho a la parte más acomodada de la clase trabajadora, que creyó ser lo que no era en un sueño que para algunos terminó abruptamente cuando de repente se quedaron
en la calle con una mano delante y otra detrás y que sus aspiraciones,
dependientes de un salario, se trocaban en exclusión por la vía del despido. Va
a ser que esto de la clase media, en el fondo, no es más que un espejismo para embarullar
y ocultar la vieja lucha de clases, que es concepto antiguo, pero que aflora a
la superficie cuando los vientos de la crisis se llevan por los aires los
ropajes postmodernos con los que se pretende taparla.
Llámense como se
llamen, clase media o trabajadora, son los de siempre, los de abajo, los
asalariados, los que a falta de otra cosa venden en el mercado su fuerza de
trabajo, manual o intelectual, los que financian a la postre el delirio
acumulativo de los tramposos que en esta partida de Monopoly tienen el cajón de
los billetes, que al final son los que se quedan con las casas y las calles y,
mira tu por dónde, con sus dados marcados nunca terminan, como deberían, en la
cárcel.
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