jueves, 6 de septiembre de 2012

Cinturón, luces, espejos. Arrancando. Suelto el freno de mano...

    Cuando se inicia una aventura uno no sabe a dónde va a conducirle. Este es el caso. Tras una notoria resistencia a publicar mis reflexiones, contrariando a los que me animaban a ello, y luchando contra la apatía y contra  la desgana de predicar en campo yermo, al final abro la ventana y dejo al público escrutinio mis  opiniones y desvaríos.

    Prescindo de explicaciones sobre quién soy: un tipo corriente con la mala costumbre de pensar acerca de lo que me rodea, con la idea firme de que aprender es ante todo una actitud ante la vida y con la consciencia de que, cuantas más cosas conozco,  más nuevos interrogantes se me abren.

    Lo que sí desvelaré es la razón del título de este blog. Es, literalmente, el segundo verso del lúcido poema Apología y petición de Jaime Gil de Biedma, poeta maldito (malditos poetas) y, a la sazón,  tío de la ínclita lideresa madrileña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, lo que demuestra palmariamente que la inteligencia y la decencia no necesariamente se adquieren por vía genética. Un poema que, pese a que fue escrito a primeros de los sesenta del pasado siglo y es tan viejo como yo mismo, mantiene una actualidad rabiosa y una actitud rebelde que es, como hoy, tan necesaria.

  Y, en cierto modo, es esa la actitud que quiero que impregne el blog. La reflexión que lleva a la rebeldía frente a tanto discurso de lo inevitable. En términos de Cernuda, poesía-herramienta, poesía necesaria. Un arma cargada de futuro dispuesta a ser usada por cualquiera que tenga claro que hay que tomar partido hasta mancharse. La equidistancia, cuando enfrente está la injusticia, es una traición.

   Transcribo los versos de Gil de Biedma. A Cernuda, y su sobradamente conocido La poesía es un arma cargada de futuro, buscadlo en la red para volver a disfrutarlo. Ambos poemas me acompañan diariamente, grapados en la pared, detrás de mi mesa de trabajo.


Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.
Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.
A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.
Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.
Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.
“Apología y petición”, en Las personas del verboJaime Gil de Biedma


 

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