Ya nos ha desvelado el presidente del gobierno cómo debe ser
el habitante ejemplar de la
España “como dios manda”. Ha elogiado a esa “mayoría
silenciosa” que se queda en casa, o en el trabajo, el que lo tiene, en vez de
reclamar sus derechos en la calle. Nos ha dado la medida del pueblo que quiere,
o más bien, del que necesitaría para cumplir fielmente y sin sobresaltos los
encargos de sus jefes, desde la
Merkel , sargento chusquero, hasta los generales de nombre desconocido
que conforman el estado mayor de los mercados financieros.
Por lo que
vemos, quiere, o necesita, súbditos en vez de ciudadanos. Gente que, como
recomendaba Franco, no se meta en política, que vaya a lo suyo y no piense más
allá del consumo del poco pan y del pésimo circo con que la patria nutrirá su
cuerpo y su espíritu. Gente lanar y acomodaticia, dócil rebaño al que se
conduce a golpe de silbido, donde el despistado que se desvía de la majada es
retornado diligentemente por los perros a base de mordiscos en las canillas sin
apenas un balido.
Esa España
necesita de ciudadanos que no lo sean, de ciudadanos ciegos, sordos y mudos. De
ciudadanos modélicos producto de una educación que sea adoctrinamiento para la
servidumbre, donde pensar no solo sea delito, sino pecado con pena de eterna
condenación. Esa España, que como decía Manuel Fraga, es diferente, pretende bajo este modelo ser el único lugar
del mundo donde sobran maestros, médicos o investigadores y en cambio hacen
falta policías, camareros y prostitutas.
Desalojar del
poder a este indolente disfrazado de solemne, que pretende conformar un país y
unas gentes a la medida de su indolencia, es, más que una proclama, una
necesidad higiénico-sanitaria. Porque lo que propone es lo que habita en su
cabeza: la nada, las palabras huecas e imprecisas, un clasismo brutal y
despreciativo y unos pocos tópicos para cantar las verdades de Perogrullo. Eso sí, con menú
de contenedor de la basura para el
pueblo y para él y sus allegados, con pata negra de a 190 € el kilo y
montecristos con vitola en la sobremesa.
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